miércoles, 9 de octubre de 2013

RECUPERAR EL FUTURO

Criterios para una Reforma de la Educación Superior
A casi un siglo de la Reforma Universitaria de Córdoba (1918), se ha iniciado en diversos países del mundo una segunda transformación radical de la educación superior. A diferencia de la impulsada en el siglo pasado, esta no tiene su origen en el activismo estudiantil ni pretende conquistar la autonomía ni la cátedra libre ni un modo de gobierno que garanticen el libre acceso a la ciencia. En la actual sociedad de la información y el internet, considerar la forma de administración o de participación en el manejo de la universidad como el principal asunto por resolver significa permanecer en la obsolescencia. El problema de la era hipertecnológica actual no es que el saber sea asequible, sino el generar nuevos y mejores conocimientos.
Frente a las distorsiones que el ejercicio del poder ha acarreado a la vida institucional, las más destacadas entidades de enseñanza superior en el mundo han optado por separar la actividad y el compromiso académico de la comunidad docente de las tareas de gobierno y gestión. Los antiguos órganos de representación y de gobierno, la Asamblea Universitaria, como los Consejos de Facultad, se transforman en las instancias en donde se diseñan y acuerdan las políticas educativas, de investigación, de extensión y proyección social, para periodos a largo plazo (una década mínimo). La gestión administrativa y la ejecución de dichos planes deviene responsabilidad de profesionales externos, capacitados y experimentados en tales obligaciones, cuya continuidad depende del cumplimiento de sus planes de trabajo previamente aprobados.
Una de las ventajas de la globalización radica en que permite aprender de las experiencias de otras naciones y evitar caer en los mismos errores. Sobre la base del análisis comparado de las reformas de los modelos de la educación superior de Europa, Japón y América Latina, y desde una experiencia interdisciplinaria de la realidad de la enseñanza universitaria en todo el país, los integrantes del Movimiento Docente de la UNMSM “Letras y Números: Consenso, Ética y Responsabilidad”, con la adhesión de diversas asociaciones y entidades de carácter académico de vraias regiones del Perú consideramos necesario proponer los siguientes principios, cuya difusión, discusión y aplicación concertada posibiliten a la nación salir de la profunda crisis en materia de educación.
Educar para todo el país
La educación que forma investigadores en ciencias básicas, tecnológicas y humanidades constituye la palanca del desarrollo sostenible porque es el cimiento de la tecnología de punta que requiere toda nación. En el Perú, esta importante tarea no la puede cumplir la escuela, primaria o secundaria, sino la universidad. Pero, entre las ciento cuarenta universidades existentes en el país, sólo un reducido grupo tiene, a pesar de las dificultades y los reducidos recursos, una producción científica reconocida. Estas instituciones son las que educan para todo el país, pues su esfuerzo se orienta a formar los cuadros de investigadores y científicos indispensables para un salto especializado que pueda convertirnos en una nación productora de ciencia y tecnología, más que en simples consumidores.
Una política seria de incentivo de la actividad científica en el país debe partir de estas universidades. En una primera etapa, se debe aprobar una ley de reforma de la educación superior, y dentro de ella se debe diferenciar a las entidades orientadas a la capacitación de la mano calificada que necesita el mercado laboral y a aquellas que se proyectan hacia el futuro al forjar los ciudadanos, los profesionales, los científicos y los humanistas que el desarrollo sostenible del Perú necesita. Resulta vital rescatar a las pocas universidades nacionales que por su trayectoria y resultados conforman el eje medular en cuanto a la formación de recursos humanos de la nación, tanto a nivel profesional como de post grado en las seis áreas de conocimiento definidas por la UNESCO.
El contexto internacional actual está caracterizado por la liberación de la oferta de educación superior y el reordenamiento del escenario mundial. El incremento extraordinario de la oferta de educación superior responde a que la universidad ha sido reubicada en el contexto del nuevo orden mundial, promovido por el valor del conocimiento. Su función e importancia ya no responde prioritariamente a fortalecer el vínculo Estado-Nación ni con la tarea de formación profesional. Ahora la nueva prioridad de la universidad del siglo XXI es la generación de conocimientos y la investigación científica. En los países de mayor desarrollo económico y científico, las empresas privadas requieren de consorcios con las universidades con la finalidad de desarrollar innovación tecnológica necesaria que les permita dar valor agregado a sus productos.
Países como China, India, Irlanda o Brasil han comprendido que para lograr un desarrollo sostenible es indispensable impulsar con decisión la ciencia, tecnología e innovación tecnológica. Sin embargo es necesario considerar que la innovación tecnológica, siendo un bien o servicio deseado y aceptado por el mercado, no es un producto de la casualidad, de inventos o de la espontaneidad sino que, por el contrario, ésta se sustenta en un sólido desarrollo científico y tecnológico del país. El paso previo, absolutamente necesario, de la innovación tecnológica es la innovación científica que no es otra cosa que la investigación planificada en determinadas líneas preestablecidas, prioritarias y estratégicas de investigación, apoyada en un post grado sólido y solvente.
El Brasil, como ejemplo, forma más diez mil doctores al año, quienes a su vez producen veinte mil papers (artículos científicos registrados en el Science Citation Index) a través de proyectos diversos y que generan aproximadamente siete mil patentes (de residentes) demostrando la estrecha relación entre la investigación científica, el post grado y la innovación tecnológica.
En este sentido la universidad, como instancia académica, tiene un rol determinante que cumplir en lo que significa el desarrollo científico; de manera que, para alcanzar este objetivo, es urgente impulsar la actividad académica de estas universidades emblemáticas, dar facilidades para ampliar la investigación e incrementar la inversión per cápita de sus cuadros de postgrado.
Educar para el desarrollo, no capacitar para el mercado
Independientemente de sus intenciones, todos los interlocutores políticos involucrados en el tema de la universidad manifiestan un profundo desconocimiento de las alternativas experimentadas por países que han dado el salto hacia un desarrollo sostenible con mayor calidad de vida para su población. El Perú tiene 140 universidades, más que los vecinos, pero la formación que se imparte en ellas es mediocre y limitada. Mientras que, en dichos países, numerosas de estas figuran entre las mejores del mundo, ninguna peruana aparece mencionada. La distancia que separa a nuestros estudiantes graduados, en cuanto a producción científica y tecnológica, único criterio universal de calidad de enseñanza, es cien mil veces mayor que en el fútbol.
La actual era de la globalización, la sociedad de la información y la internacionalización de la educación superior obliga a los gobiernos, a las clases políticas y a los sectores empresariales a construir consensos nacionales, superar visiones de corto plazo e intereses particulares o corporativos con el fin de estructurar un sistema de educativo que se oriente hacia la investigación científica. Una década como mínimo se requiere para lograr conocimientos, cuya aplicación productiva posibilite transformar la matriz dependiente de las tecnologías foráneas. Limitarse a capacitar el capital humano para el uso de instrumentos técnicos de obsolescencia prevista anula un futuro diferente al solo pretender obtener ganancias transitorias.
La ciencia de punta que permite calidad de vida y crecimiento sostenible jamás se obtiene si las concepciones que determinan las decisiones sobre la educación superior están dominadas por la ideología consumista de mercado, en su vertiente más retrógrada e inmediatista: la de aprovechar la gran brecha entre una demanda cada año con mayor porcentaje no cubierto y una oferta que pretende usufructuar dicho desfase sin criterios de calidad y continuidad consistentes.
Exhortamos a los docentes de las universidades públicas de prestigio y de las privadas con responsabilidad académica, a las instituciones y organizaciones vinculadas con la enseñanza, a los dirigentes políticos y gremiales comprometidos con el país, a pronunciarse y promover un gran diálogo y debate nacional. Maquillar la actual ley universitaria, pretender perennizar organismos e instancias burocráticas como la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), asumir posturas demagógicas y populismos caducos es, en el terreno educativo, propiciar la eutanasia para las generaciones futuras.
Homogeneizar la economía
Un sistema universitario tradicional, concentrando en la transmisión de información hacia los ingresantes, ha perdido la perspectiva al dar prioridad al individuo titulado en cuanto producto final de su actividad. Es indispensable retomar el objetivo esencial de la educación superior: el desarrollo integral del ser humano, que presupone no sólo un incremento de los datos, hechos o procedimientos en su memoria, sino un cambio intelectual, cultural y social que le permitan ser el factor creativo fundamental para el desarrollo de la ciencia, al mismo tiempo que puede realizarse como persona, en armonía con su comunidad y el medio ambiente.
Las nuevas teorías del crecimiento económico consideran un aspecto medular la acumulación de capital humano para lograr un crecimiento persistente en el aparato productivo de toda formación social. Eso supone un incremento sustantivo de la calidad educativa en todo el sistema, pero con prioridad en el nivel universitario superior.
Así continuemos con el modelo actual neoextractivista exportador o transitemos a otro heterodoxo, una lección común para todas las economías heterogéneas emergentes como la peruana es la obligatoriedad de generar un mercado interno más amplio y denso que no sólo soporte el incremento de las remuneraciones sino que asegure la legitimidad democrática del sistema. Para tal fin, homogeneizar la economía es más que vital.
Es decir, aproximar las productividades del trabajo entre sectores y ramas para reducir la gran diferencia de rendimiento por trabajador. Para ello se requiere inversiones en sectores educativos y culturales, segmentos considerados menos productivos, pero que son los que generan el capital humano sobre cuya consistencia se estructura un nuevo patrón de ciencia y tecnología, crucial para dar el salto hacia una mayor calidad de vida.
Un sistema de educación superior orientado hacia la investigación científica, y dentro de ella un consorcio de universidades públicas de prestigio y calidad encargadas de la formación en ciencias básicas y humanas, constituye la llave maestra para una economía sólida, generadora de tecnología y bienestar social. Sin dar un respaldo estratégico a estas instituciones y reducir las perspectivas a las universidades terciarias, preocupadas de capacitar para el consumo y obtener rentabilidades momentáneas, solo convierte en nulas las opciones para un futuro diferente.
Ecología del Saber
Los saberes que la universidad genera deben estar en armonía y equilibrio con el entorno o contexto donde se inserta la institución. Esto supone una concepción de universidad abierta a las necesidades de la población y en permanente recepción de las propuestas, experiencias e incluso conocimientos que provienen de los distintos sectores, actores, agentes y grupos sociales. La vieja idea de que el ámbito de la enseñanza se circunscribe a las cuatro paredes del aula debe ceder su lugar a una clara visión de la necesaria presencia de la universidad, en especial pública, en la experiencia histórica de la sociedad en busca de un desarrollo sustentable.
La investigación en ciencias básicas y humanas tiene que orientarse hacia la acción y la resolución de problemas de la colectividad.  Esta modalidad de actividad científica (investigación-acción) consiste en la definición y ejecución participativa de proyectos que involucren a las comunidades y a las organizaciones sociales, que se beneficiarán de los resultados del proceso de producción de nuevos conocimientos.
El equilibrio entre el hacer esencial de la universidad (la generación de nuevos saberes y el entorno socio-cultural donde se inserta) define la ecología del conocimiento. Concepto vigente en las instituciones educativas líderes que permanentemente promueven desde su praxis formativa y científica el diálogo entre el saber científico y humanístico que la universidad produce y los saberes legos, populares, tradicionales, urbanos, campesinos, provincianos, de culturas nativas no occidentales.
Este horizonte esencial define una interacción e interrelación entre universidad y sociedad que posibilita generar tecnologías productivas en el equilibrio con el entorno natural y cultural, además de formas de identidad y cohesión cultural en la heterogeneidad y pluralidad que le otorgan sostenibilidad al desarrollo. Desde esa perspectiva, la labor de las ciencias básicas para potenciar tecnologías que permitan el consumo de productos autóctonos (quinua, cuyes) y el de las ciencias humanas para construir una tradición de cooperación solidaria (cultura de diálogo), por ejemplo, son equivalentes y con el mismo grado de importancia. A despecho de las visiones reduccionistas que sólo valoran las utilidad empírica de las ciencias fácticas o experimentales, se impone enfatizar que los consensos y las identidades articuladas indispensables para las concertaciones que demanda el crecimiento económico, no se pueden concretar si los agentes involucrados son incapaces de comprender y comunicarse entre sí a través del lenguaje y no comparten símbolos literarios o de pensamiento comunes.
Revolución Tecnológica y Digital
Para que la universidad se integre en forma activa en la sociedad de la información requiere disponer del soporte informático y digital indispensable. Por encima de la prioridad otorgada en la inversión a la infraestructura tangible y los bienes inmuebles, el sistema de educación superior debe concentrar sus presupuestos de capital para dotar a cada universidad de un sistema integrado telemático que permita: una transformación radical de las metodologías de enseñanza con la aplicación de las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en todas las especialidades, un acelerado proceso de virtualización  y automatización de los procesos académicos y administrativos, e incorporar a través de las redes, plataformas, espacios virtuales, la investigación y la extensión social de la universidad a la sociedad en su conjunto.
Esta revolución tecnológica y digital permitirá ahorrar una inmensa cantidad de recursos materiales y horas-hombres, que podrán emplearse en la construcción de políticas de intercambio, cooperación e internacionalización. No se trata de eliminar a los trabajadores administrativos, sino de reorientar su capacitación y promoción, en base a resultados y eficiencia, hacia una participación más cualitativa que abra la opción de mejoras salariales, lo que propiciará la extinción natural de burocracias que, en algunas universidades del país, son más viejas y manipuladoras que toda la experiencia republicana.
Acreditación de la Calidad
En el Perú, las concepciones que determinan las decisiones en el tema de la educación superior han caído en el dominio de la ideología consumista y de mercado, en su vertiente más retrógrada e inmediatista: la de aprovechar la gran brecha entre una demanda, cada año con un mayor porcentaje no cubierto, y una oferta, que pretende aprovechar dicho desfase sin criterios de calidad y continuidad consistentes.
Si pudiéramos para ilustrar nuestro atraso hacer una analogía, en relación a la cada vez mayor afluencia de turista, podríamos afirmar que estamos en el nivel pre moderno.  Sin conciencia de la idea de que un turista satisfecho trae diez, nos encontramos en  la actitud de sacar el máximo de provecho o ganancia de la necesidad del cliente  con servicios muy costosos, ineficientes y sin cubrir las expectativas de los usuarios.
Nuestra nación tiene más universidades que nuestros vecinos, pero la formación que se imparte en ellas es pobre y limitada. Mientras que numerosas universidades de dichos países destacan en las clasificaciones internacionales, casi la totalidad de las nuestras no figuran en estas. Por el contrario, la distancia que separa a nuestros egresados en cuanto a la producción científica y tecnológica es mil veces mayor que en el fútbol.
En la actualidad el sistema de la universidad peruana está constituido por 140 universidades, 50 públicas y 90 privadas que, por su proporción y magnitud, constituye un problema insoluble a menos que se establezcan estándares adecuados de calidad. La acreditación universitaria, en nuestro caso, debería proporcionar el mecanismo para alcanzar un objetivo de la calidad para la universidad peruana.
No obstante resulta necesario que la clase política del país, la sociedad, entiendan no solo el contexto nacional sino también el internacional, dentro del cual se dan los procesos más importantes de evolución de la institución universitaria. A nivel mundial países de economías emergentes como China, Inda, Brasil, Irlanda, Corea entendieron hace muchos años acerca de la necesidad de incorporar a sus universidades en los procesos de desarrollo para alcanzar la tan anhelada innovación tecnológica que los mercados internacionales demandan, así como para conseguir el bienestar de sus sociedades.
Para ello, sobre la base de consensos y políticas de largo plazo, estructuraron sus propios sistemas de innovación científica y tecnológica a partir de dos políticas simples: la formación de recursos humanos altamente calificados (doctores con nivel PhD: en especial en ciencias básicas y humanas) y el desarrollo de infraestructura científico-tecnológica (becas, proyectos de investigación, laboratorios, recursos informáticos, etc.), que permitan abordar temas multidisciplinarios de la biotecnología, biología y química macromolecular, nanociencia y nanotecnología, nanobiotecnología, espintrónica, entre otros; y también, sobre análisis del discurso, creación y lenguaje, cultura y participación, ecología y derechos humanos, vistos como indispensables y no sólo como complementos.
Los últimos rankings de performance de las universidades a nivel mundial, como por ejemplo el de la QS World University Ranking, solo muestran a 2 universidades peruanas, una pública (UNMSM) y una privada (PUCP), en las setecientas primeras de mil posiciones. En tanto que, el ranking mundial de la producción científica SCimago Research Group solo consigue distinguir 2 de ellas, también una pública (UNMSM) y una privada (PUCP), entre las 3,290 primeras.
En este sentido, nuestra realidad requiere con urgencia definir un estándar de universidad que primero produzca conocimiento (innovación científica) y, a partir de ello, genere la innovación tecnológica que el país requiere. Ese estándar implica asegurar la base de la calidad de la educación superior en el Perú a partir de experiencias propias de investigación científica y tecnológica. Una universidad que no hace investigación no debería tener la calidad moral, ni ética, de formar los académicos y profesionales en tanto no se adecue a los estándares de calidad.
Recientemente  diversas bancadas han presentado varios proyectos de ley para la creación de la Superintendencia Nacional de Universidades o Superintendencia de Educación Superior Universitaria con la idea del fortalecimiento del Sistema Nacional de Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE).  La idea es siempre la misma, la de recurrir a entidades especializadas; para las cuales, es obvio primero establecer con claridad quién acredita al acreditador sobre todo en campos tan especializados y diversos de la formación académica, profesional, de la ciencia, la tecnología y cultural, en general. Es que acaso existe alguna institución o personas o intelectos que sean “doctos” en todo. En países de mayor desarrollo de sus instituciones universitarias, una práctica es el uso del juicio de pares organizados por sus organismos de gestión, en la que quienes evalúan son un par y no un docto en todo o un burócrata que lleve un cartel de acreditador. En nuestro país, algunas universidades se vienen adelantando, tal vez llevadas por sus preocupaciones y temores,  a estas evaluaciones a través de entidades nacionales e internacionales, que ofrecen pomposas certificaciones que no tienen ninguna validez, y que no les ha servido en lo absoluto para ingresar a los rankings de universidades más importantes como tampoco para calificarlos en el mercado laboral, salvo el del profano marketing.
Asimismo, otro despropósito de la norma, es el uso de 97 estándares de calidad establecidos por el SINEACE, de los cuales solo 7 corresponden a investigación en las universidades, porque resulta simplemente exagerado sobre todo para una realidad como la nuestra en la que se requiere con urgencia direccionar la administración y los presupuestos de las universidades hacia una visión de desarrollo del país. Ninguna institución puede administrar tantos porque cada indicador implica la confluencia de uno o más órganos de dirección, al final, el resultado sería el mismo que se obtiene hoy con la actual política y el costo económico sería muy alto. La probabilidad que 97 vectores apunten a alguna dirección definida es menor que la de 5 o 7 vectores.
Gestión del Conocimiento
Este concepto esencial debe orientar la construcción, a partir de una nueva Ley, de una reforma universitaria integral. Las palabras de toda norma adquieren significación y proyección sobre la base de las personas que las interpretan, reglamentan y ejecutan. Para los docentes académicamente comprometidos, para  los estudiantes auténticos y para los trabajadores honestos, que son la gran mayoría de nuestra comunidad, se abre un periodo de diálogo que demanda su participación activa, para garantizar un consenso a favor de una institución de educación superior eficiente y de calidad que el desarrollo del país necesita.
Iniciar, intensificar y continuar un proceso de transferencia de la caduca administración anterior hacia una gestión regida por el conocimiento, la investigación y el respeto a las competencias científicas y profesionales constituye la única garantía de una vida institucional democrática, orientada a servir de palanca crucial del logro de una mejor calidad de vida para nuestra población.
Desterrar cualquier toma de decisiones que se fundamente en viejas prácticas de repartición de cupos y de continuidad de poderes subalternos supone orientar nuestra actividad hacia un horizonte a largo plazo. Abandonar las visiones de coyuntura, los intereses corporativos miopes y los oportunismos vacuos nos permitirá crecer en capacidad y recursos, al posibilitar un uso eficiente de los recursos nacionales e internacionales que logremos asumir. Un lustro de esfuerzo riguroso remplaza décadas de sequía y vandalismos.
Educar para el desarrollo sostenible, entender este no como un crecimiento económico sino como un paulatino logro de calidad y excelencia académica, sirve como guía para que las decisiones se organicen desde las prioridades de la investigación y la ciencia. Apoyamos una profunda renovación de nombres y discursos, el futuro requiere de cuadros jóvenes en ideas y valores.

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