sábado, 24 de octubre de 2015

La entrevista que Luis de la Puente Uceda concedió a Caretas semanas antes de su muerte en las guerrillas (1965)

Hoy se cumplen 50 años de la muerte de Luis de la Puente Uceda, fundador y líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Murió en combate, el 23 de octubre de 1965, algunos meses después de embarcarse en las guerrillas en los Andes peruanos. Semanas antes, concedió esta entrevista a la revista Caretas, en plena actividad guerrillera, en la que se puede conocer mejor el pensamiento de este recordado personaje de la izquierda. Precisamente, hoy le realizarán unhomenaje a él y a otro líder histórico del MIR, Guillermo Lobatón, en la Derrama Magisterial (Jesús María, Lima), junto con la presentación del libro El MIR histórico. Luis de la Puente y Guillermo Lobatón (editado por Ricardo Gadea, líder histórico del MIR), el documental Perú 1965. La patria que nace (dirigido por Pancho Adrianzén) y el disco Canciones y poemas. Gesta guerrillera del 65.

Se dice que la zona en que se ha instalado su guerrilla es sumamente accidentada y virtualmente inaccesible. Tanto para subir como para bajar. ¿Qué posibilidad más o menos cercana tiene Ud. de ampliar su acción en un sector tan remoto?
Hay muchas cosas inexplicables al margen de un criterio revolucionario. Lo inaccesible para la generalidad de las gentes ha sido convertido por el MIR en un centro de irradiación revolucionaria de gran magnitud. Illarec Chaska constituye la zona de seguridad de la guerrilla Pachacutec y, ciertamente, por su topografía y vegetación tiene una virtual inaccesibilidad. Además, por su extensión permite una gran agilidad en las acciones y un gran alcance en su influencia. Existe un principio elemental de la guerra de guerrillas, que no se puede violar impunemente, el mismo que consiste en la estrecha relación del grupo armado con las masas populares. La guerrilla no es más que el brazo armado del pueblo. Las masas campesinas son su soporte, su fuente de abastecimientos, informaciones y enlace. De las masas campesinas salen la mayoría de los integrantes de la guerrilla. Concretamente podemos afirmar que estamos en pleno contacto con las masas campesinas de los valles de Vilcabamba, La Convención y Lares, y, además, con importantes sectores campesinos de otras provincias del departamento del Cusco, de Puno, de Apurímac y de Ayacucho. Lo presuntamente remoto se convierte en accesible y proyectable gracias a una buena organización y contando con la gran voluntad de lucha de las masas campesinas.

El propio valle de La Convención se conecta al resto del país por un desfiladero. ¿No cree Ud. que de tener éxito en el propio valle (a pesar de los efectivos apreciables con que cuenta el Ejército y de todos los trabajos que viene realizando la fuerza armada allí) se podría “embotellar” la revolución con facilidad?
Si revisamos ligeramente un mapa del Perú, veremos que la provincia de La Convención es la más extensa del departamento del Cusco y limita con las provincias de Anta, Urubamba, Calca y Paucartambo en el mismo departamento, con las provincias de Abancay y de Andahuaylas en el departamento de Apurímac, con las provincias de La Mar y Huanta en el departamento de Ayacucho, y con la flamante provincia de Satipo en el departamento de Junín. En cuanto a las vías de comunicación, la provincia de La Convención cuenta actualmente con el ferrocarril Cuzco-Huadquiña, que es la vía principal y que corre a lo largo de un desfiladero. Cuerpos del Ejército están terminando los tramos carreteros de Ollantaytambo-Huyro y Calca-Manto-Valle de Lares. Existen muchos caminos de herradura en distintas direcciones. Las guerrillas, como se comprenderá, utilizan todas las vías de comunicación usuales, pero además, caminan por cualquier camino, a cualquier hora, con cualquier clima y en cualquier dirección. Los aspectos geográficos y prácticos anteriores sirven para descartar la posibilidad de embotellamiento. Pero eso no es todo. Illarec Chasca es una de las zonas guerrilleras del MIR. Contamos con otras zonas en el centro y en el norte. La guerrilla Pachacutec es una de las guerrillas de Illarec Chasca. Por otra parte, la revolución es en esencia un hecho social, un sentimiento de rebeldía colectiva, un proceso de concientización, una bandera ideológica y nada de esto se puede embotellar cualquiera que sean los efectivos de las fuerzas represivas. Nuestra zona guerrillera por algo se llama Illarec Chasca (Estrella de Amanecer); va orientando conciencias, anunciando el nuevo día y eso por el momento es lo más importante. El proceso revolucionario del MIR es un proceso nacional. Nuestras concepciones insurreccionales responden plenamente a la estrategia y táctica de la guerra del pueblo. No se trata de formas de aventurerismo, de cuartelazos o de motines que fácilmente pondrían ser “embotellados”, debelados o liquidados. No nos preocupan los efectivos del ejército, de rangers, de la Policía, de la PIP o de los Cuerpos de Paz. En sus narices insurgen las zonas de guerrillas del MIR en todo el país, y tenemos plena confianza en que el proceso revolucionario que iniciamos no será embotellado ni detenido y que, por el contrario, se propagará a todos los confines el país hasta lograr el triunfo definitivo. A lo mejor las guerrillas colonizadoras* culminan el proceso antes que el presidente Belaúnde y el imperialismo lo hagan.

¿Cree que su grupo está en condiciones de dirigir y administrar técnicamente un proceso revolucionario? Recordemos que en el Perú ni siquiera se cuenta con un catastro de la propiedad agraria rural completo y que éste es indispensable para una adecuada y equitativa distribución de la tierra.
Nosotros tenemos fe en el pueblo y en la revolución. El proceso histórico que desencadenamos ha de involucrar a lo más sano y más honesto del país. No sólo a los campesinos, obreros, pequeños y medianos propietarios, comerciantes, industriales, transportadores, y a los artesanos, que en conjunto forman las grandes masas explotadas del país, sino también a los sectores intelectuales, profesionales y técnicos de la pequeña burguesía nacional patriótica. Estamos seguros que en nuestro país existen legiones de hombres capaces y honrados como para dirigir y administrar todo un proceso revolucionario. Además, en el transcurso de la lucha van surgiendo los auténticos dirigentes del pueblo, y se van preparando para la etapa de la construcción. Considerar la revolución como obra de un grupo no es criterio digno de consideración. La revolución la hacen los pueblos. Los grupos, los movimientos o partidos, los caudillos y los líderes no hacen más que interpretar el sentir de las masas, darle estructura y concreción. En cuanto a la tesis del catastro de la propiedad rural inexistente, debemos decir que cuando no se quiere tocar a los grandes latifundios serranos o a las grandes empresas agrícolas costeñas, muchas cosas hacen falta y será difícil o imposible obtenerlas; pero cuando se quiere salvar al país del desastre que vive, de la miseria, la injusticia, la desigualdad y el privilegio, reinantes, nada es imposible y lo que hace falta se consigue aceleradamente. Por otra parte, los campesinos sí conocen —porque sufren en carne propia¬— el latifundio, sus orígenes, sus métodos, sus extensiones.

Más allá de los adjetivos y del lenguaje de plaza pública (porque le recordamos que nuestros lectores son gente que piensa), explíquenos Ud. ¿por qué cree que el suyo es más que un gesto desesperado y por qué es el camino de un proceso real y coherente hacia un Perú mejor?
Dejando de lado sus recomendaciones, porque no corresponden a la trayectoria del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, ni personalmente a quien declara, trataremos de fundamentar escuetamente nuestra actitud. En primer lugar, debemos descartar la posibilidad o la creencia de que nuestra actitud sea un gesto desesperado. Desde que surgió el MIR a la vida política nacional se planteó seriamente el problema de la Revolución Peruana, descartando todos los caminos del cubileteo político, de la transacción con los explotadores, del pueblo o sus sirvientes, de las farsas electorales, o de la búsqueda de posiciones. Desde 1959, en que salimos del APRA, estamos trabajando por y para la revolución. No somos revolucionarios por accidente. Tenemos una trayectoria de lucha y una línea de consecuencia con nuestros ideales, que pocos partidos pueden exhibir en el país. Quizá valga la pena recordar que en 1954 entramos clandestinamente al país desde nuestro destierro en México, dentro de un plan revolucionario cuyo mentor principal era Manuel Seoane y en el que participaba, en primer plano, un distinguido jefe de nuestro ejército, actualmente en retiro. Después de algunos meses de permanencia y trabajo clandestino en el país, fuimos traicionados, sufriendo prisión en todo el año de 1955. Estos planes revolucionarios no avanzaron, además, porque Haya de la Torre había salido de la embajada de Colombia precisamente con el objeto de liquidarlos, y su principal lugarteniente en el Perú, Ramiro Prialé, cumplió sus consignas contrarrevolucionarias frenando a toda la organización del APRA. Salimos del APRA, porque su dirección abandonó los principios originarios y se entregó desvergonzadamente en brazos de la oligarquía feudal-burguesa y del imperialismo. La dirección aprista trató de liquidar a nuestro movimiento por medio de ofrecimiento, de prebendas, de amenazas, de agresiones físicas y hasta tentativas de asesinato. En algunos casos aislados lograron su objetivo, pero el movimiento en su conjunto siguió adelante presentando batalla en todo los terrenos. Nos abstuvimos de participar en las elecciones de 1962 y 1963, porque consideramos que la democracia representativa, la soberanía popular y el régimen parlamentario en nuestro país no pasan de ser frases huecas para encubrir el gobierno de los privilegiados, para avalar la discriminación electoral contra la gran mayoría del pueblo, para convalidar el dominio de los intereses monopolistas nacionales y extranjeros. Si no hubiéramos sido consecuentes con nuestros principios, muchos de nosotros estaríamos en el Parlamento u ocuparíamos posiciones dentro de éste o cualquier otro régimen, porque posibilidades no nos han faltado. Hoy combatimos al actual régimen porque ha demostrado su inoperancia, su incapacidad y falta de valor para enfrentar a los sectores oligárquicos, agrupados en el parlamento, y su impotencia para resolver los graves problemas que confronta nuestro pueblo; de concesión en concesión ha ido cayendo bajo el dominio de la oligarquía y el imperialismo, está hipotecando nuestro país en forma que compromete seriamente nuestro futuro, y una política antipopular se expresa en las masacres y represiones, superando largamente a los regímenes de Odría, de la Convivencia o de la Junta Militar. El lema odriísta de hechos y no palabras parece haber hecho carne en el pensamiento del arquitecto Belaúnde, lo que simbólicamente expresa su involución. Los males que aquejan a nuestro país son muy graves. El país se acerca aceleradamente hacia una bancarrota total, el desastre es inminente. El hambre, la enfermedad, la ignorancia, la injusticia, la explotación, la corrupción administrativa, la crisis moral, el subdesarrollo, la dependencia creciente del imperialismo norteamericano comprometen las esencias de nuestra nacionalidad y expresan una realidad que no podemos ni debemos ocultar. La raíz de todos nuestros males reside en nuestra condición de país semifeudal y neocolonial. Los grandes enemigos de nuestro pueblo son el latifundismo, la gran burguesía y el imperialismo. Sin hacer frente a ellos, sin combatirlos frontalmente, sin liquidar su dominio no es posible cambiar las estructuras socioeconómica arcaicas, carcomidas e injustas que impiden el desarrollo integral del país. El actual régimen ha demostrado su incapacidad para enfrentar a aquellos grandes enemigos y consecuentemente para transformar aquellas estructuras. Una política de evasión de los sustanciales problemas del país caracteriza a éste gobierno, trata por todos los medios de conciliar con los enemigos del pueblo, directa o indirectamente; expresa o tácitamente según las oportunidades o los hechos, marchando hacia la superconvivencia, que es más grave y más peligrosa que la convivencia que nosotros denunciamos y combatimos al entrar el panorama político nacional. El presidente Belaunde se aleja cada vez más del pueblo que lo eligió, agotando sus últimas esperanzas después de tantas defraudaciones, y mientras tanto, busca por todos los medios la conciliación con los enemigos del pueblo encaramados en el Parlamento, cede frente a ellos, sirve a sus intereses y abandona así sus propias promesas electorales, bañándolas en sangre y en lágrimas de las mayorías nacionales. El año pasado, en el mes de mayo, tuve la oportunidad de sostener estos conceptos ante el Ministro de Gobierno, doctor Juan Languasco, en una entrevista que me solicitara y que se realizó en el domicilio de su secretario, doctor Defilippi. Ante el manido pretexto de que el Parlamento realiza una labor de obstruccionismo y no permite hacer realidad las plataformas electorales de Acción Popular, le dije que más importante que las fórmulas institucionales es el interés nacional y popular y que era posible disolver el Parlamento y convocar un plebiscito nacional para romper el círculo vicioso; en última instancia le manifesté que el Presidente Belaúnde debía denunciar todo aquel obstruccionismo ante el pueblo en un mitin que sería gigantesco e histórico. Sostuve también que la continuación de aquella política contemplativa y marginal estaba madurando las condiciones para la lucha armada en el país. La verdad es que la burguesía que el Presidente Belaúnde representa tiene contradicciones con la oligarquía feudal-burguesa y con el imperialismo, pero se inclina vergonzosamente ante ellos, porque teme más al pueblo y a sus fuerzas gigantescas que en cualquier momento se pueden desencadenar. En el mitin de la izquierda realizado en la Plaza San Martín el 7 de febrero del año pasado, por encargo de nuestro Movimiento expuse con mucha claridad nuestros puntos de vista y nuestra decidida línea revolucionaria. Todo lo anterior demuestra que nuestra posición es y ha sido perfectamente clara y definida. Nuestra actitud no es fruto de la desesperación o del aventurerismo, es la resultante de un análisis serio de la realidad peruana y de la decisión inquebrantable de contribuir a la salvación de nuestro país y a la liberación de nuestro pueblo. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria es algo completamente nuevo dentro de la izquierda peruana, no sólo por nuestra edad partidaria sino también porque nuestra dirección es joven, incontaminada, decidida y consecuente, y además, porque hemos abandonado los métodos clásicos que han desprestigiado y desintegrado a distintos partidos de izquierda. Solo de éste modo puede explicarse que las dos fracciones del Partido Comunista y grupos trotskistas discrepen o nos combatan abierta o soterradamente, porque nos estamos constituyendo en la vanguardia de la revolución peruana.
Lo que no es real y coherente es tener esperanzas en las bondades de los emplastos y de los parches cuando el mal exige una operación quirúrgica. Lo que no es real y coherente es seguir la política del avestruz ante el desgaste nacional que todos avizoramos. Lo que no es real y coherente es la indiferencia ante el hipotecamiento del país y el aumento de su dependencia al imperialismo. Lo que no es real y coherente es la superconvivencia. Lo que no es real y coherente es hablar de la transformación del país sin destruir radical y aceleradamente el acaparamiento de las tierras, de las casas, de los capitales. Lo que no es real y coherente ante la gravedad de nuestros males es el reformismo y el evolucionismo. Lo que no es real y coherente es cerrar los ojos ante el despertar de nuestro pueblo, de nuestros campesinos, de nuestros obreros, de nuestros estudiantes, de nuestros intelectuales, de nuestra pequeña burguesía y de los sectores patrióticos de la burguesía nacional que en una u otra forma expresan su indeclinable voluntad de cambio, integral y definitivo. Y, por último, lo que no es real y coherente es dejar de ver que el único camino que tiene nuestro pueblo es la revolución. Finalmente, queremos expresar que nuestras consignas inmediatas de lucha son:
1. Disolución inmediata del Parlamento.
2. Amnistía general y sanción a todos los responsables civiles o militares de las masacres contra el pueblo.
3. Reforma Agraria Auténtica, sin excepciones de ninguna clase.
4. Salario vital, familiar y móvil de acuerdo al costo de vida.
5. Reforma Urbana.
6. Recuperación inmediata del petróleo peruano y denuncia de los contratos con empresas imperialistas sobre nuestras grandes riquezas.
7. Recuperación de la plena soberanía nacional.
Oportunamente, nuestro Movimiento en documentos oficiales hará conocer a la opinión pública nacional e internacional, con la debida amplitud, el sentido y contenido de nuestra lucha. Termino agradeciendo la oportunidad que me brinda la prestigiosa revista Caretas para exponer algunos de nuestros puntos de vista que son de indiscutible interés nacional.
De la Puente alude al término con que algunos funcionarios calificaron a las guerrillas del MIR cuando se comenzó a difundir su existencia, a partir de enero de 1965, con el propósito de minimizarlas. Hacían referencia al hecho de que se ubicaron en la ceja de selva, zona tradicional de colonización (nota de Ricardo Gadea Acosta).

Publicado originalmente en: Revista Caretas N° 314, 25 de junio de 1965.
También en: Ricardo Gadea Acosta (compilador y editor), El MIR histórico. Luis de la Puente y Guillermo Lobatón, Lima, 2015, pp. 145-153.

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